El personal será seleccionado por un método único de evaluación para fichar, sobre todo, a “gente buena que sea buena gente”…
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Más de 5.800 currículos, 30 candidatos seleccionados en varias cribas y una decena de plazas por cubrir.
Muy pocos superan la treintena y, a pesar de ello, tienen un expediente académico y laboral que apabulla, se saludan con brío, ríen, están nerviosos…
Tienen tres días por delante para demostrar que son merecedores de un puesto en el despacho de abogados Ontier, multinacional española con 21 oficinas abiertas en 14 países.
En la sede de la firma en Oviedo, con vistas al Campo de San Francisco, todo está preparado para comenzar una competición,
en la que tendrán que demostrar –los conocimientos jurídicos básicos se presupone que los tienen,
ya que son licenciados en Derecho– que son creativos, saben trabajar en equipo, tienen capacidad de oratoria o dominan las técnicas de marketing y de ventas.
“Pero sobre todo lo que buscamos son buenas personas, aquellas que hacen felices a los demás, que son generosas,
que enseñan a otros, que aprenden, se divierten y que no tienen miedo a pedir perdón si se equivocan.
Nos gusta ser diferentes, hablar de personas, no solo de abogados, porque somos un despacho global con alma local”,
anuncia Bernardo Gutiérrez de la Roza, consejero delegado de Ontier.
Aprovecha su intervención en el auditorio para explicar en qué consiste esta escuela de talento,
que celebra su segunda edición, y su campaña de captación #ontiernoeslomismo,
además de detallar que el modelo por el que se rigen sigue parámetros corporativos.
“Somos una empresa que vende servicios jurídicos, y como tal ha de tener excelencia,
porque nos encargamos, con leyes jurídicas, de resolver o prevenir los problemas de nuestros clientes”.
Gutiérrez de la Roza afirma además que “innovar está en nuestro ADN, nos obsesiona quitarnos el perfil tradicional que tienen los despachos,
nos gusta atraer talento, hacer marketing, desarrollar marca es nuestra obsesión”.
Los 30 aspirantes escuchan atentos, apenas pestañean. En breve dispondrán de un minuto, controlado por reloj,
para presentarse y explicar por qué desean formar parte de la familia Ontier. Es algo de lo que se sienten orgullosos,
así lo demuestran también las más de 30 personas del despacho, además de una veintena de clientes,
involucrados todas ellos en el proceso de selección.
La primera prueba a la que se enfrentan los deja descolocados. Se trata de construir y vender.
Par ello cuentan con una percha, un CD, pinzas de la ropa, pajitas, vasos de plástico, una vela y papel de cebolla.
Deberán diseñar un producto y venderlo. La imaginación de los aspirantes es tal que fabrican un artefacto para la sequía,
unas gafas de realidad virtual, un sistema de riego para plantas o bebedero para mascotas…
El tribunal que los examina en el espacio Circus los bombardea a preguntas. La mayoría de los aspirantes tiene respuesta para todo.
Han de demostrar que son rápidos, creativos, con iniciativa y don para la venta.
“Porque ser abogado y emprendedor es algo que va ligado”, advierte, en una charla informal,
el exsocio director de Clifford Chance Ignacio Ojanguren,
que aconseja a los futuros letrados trabajar en tres elementos fundamentales.
El primero de ellos es la competencia o capacidad técnica para resolver problemas, “la calidad jurídica no se presupone,
hay abogados mejores o peores, es un concepto dinámico que requiere de esfuerzo personal y de estudio”.
El segundo es la fiabilidad, saber transmitir confianza alrededor, “porque somos malabaristas,
siempre tenemos varias bolas en el aire, por lo que hay que priorizar, y a eso también se aprende”.
Y el tercero, la honestidad, “hemos de ser transparentes”.
La primera jornada acaba haciendo más networking, con una cena en la sidrería Casa Gervasio,
pero antes todavía queda tiempo para preparar, de manera individual, un caso de éxito de Ontier,
que deberán presentar a la mañana siguiente, eso sí, en inglés. “Somos pioneros en este proceso de selección,
muchos directores de recursos humanos nos preguntan por el método y nos dicen que lo van copiar”,
explica Gutiérrez de la Roza, que define este sistema como una mezcla de la película Oficial y Caballero,
“por la dureza y la presión en cuanto al esfuerzo y el trabajo”, de Gran Hermano, “porque salen los roces,
pero también se establecen lazos de amistad”, y de Masterchef, “ya que, a pesar del sacrificio de estos tres días,
van a vivir una experiencia de la que se acordarán siempre”.
Es algo que jamás olvidará Paula Rubio, de 23 años, que no duda en calificar estos tres días como la mejor campaña de marketing de la firma,
“han hecho que todos los candidatos nos enamoremos de Ontier, tienen un proyecto que cuenta con las personas,
con proyección y expansión”. Pero lo más importante, “he aprendido a conocerme, a tener confianza en mí misma,
a reaccionar ante la presión, a expresarme con aplomo, y me llevo un montón de amigos, de contactos y de vivencias”.
Habla de todo ello después de haber sido evaluada por un severo tribunal, tras exponer su resolución de un caso de Derecho Procesal.
Todas son pruebas a contrarreloj, entre las que hay una grabación de un anuncio de televisión sobre un producto,
o un acalorado debate entre dos equipos enfrentados sobre el escenario del teatro,
tienen como objetivo conocer en distintas facetas a los candidatos. “Elegir a las personas es absolutamente esencial,
algo que nosotros queremos compartir también con nuestros clientes, porque también son ellos los que van a trabajar con nosotros.
Nos interesa tener un amplio conocimiento de todos los perfiles, y esto no se consigue con una simple entrevista de trabajo.
Descubrimos que hay gente con mucho talento, y gente que descubre que tiene capacidades que pensaba que no tenía…
señala el socio director de Ontier, Pedro Rodero.
Es lo que le ha sucedido a Lidia Serrano, de 31 años, que tras pasar siete años opositando para la carrera judicial y fiscal,
desea dedicarse a la abogacía. “Para mí era muy difícil, me enfrentaba a cosas desconocidas,
ya que he pasado mucho tiempo en solitario.
Aquí me he sentido observada, pensaba que ser innovadora era como una especie de peligro
he tenido que defenderme en inglés, y he descubierto que soy simpática, pero que debo confiar más en mi misma”.
También la gijonesa Emma Vallina, de 30 años, saca en limpio el valor del trabajo en equipo,
algo que dado su trayectoria como opositora le cuesta. “También he descubierto lo que es un ambiente creativo,
y aunque competimos entre nosotros no vamos a degüello. Puedo decir que de esta experiencia me llevo amigos”.
Borja Morenés, de 26 años, tiene sentimientos contradictorios, una vez examinado en el tribunal del área de Mercantil:
“ha sido duro, pero divertido, permite que te abras tanto que al final te acaban conociendo bien
y lo más importante es que te conoces a ti mismo”.
Como una carrera de resistencia lo define el almeriense Daniel Navarro, de 27 años:
“No esperaba nada de esto, pasas por momentos duros y tienes que seguir adelante”. Si algo le ha cambiado a Alfonso Caballero,
de 23 años, es la percepción que tenía de un tradicional despacho de abogados,
“he aprendido que te puedes divertir trabajando en equipo y que se puede ser creativo en esta profesión”.
Ya ha acabado todo, antes de apagar las luces, se sirve un cóctel de despedida, y uno de los candidatos sufre una bajada de tensión.
El resto de sus compañeros vuelan a su lado. “Apenas he dormido preparando el caso, y llevo tres días dándolo todo”, asegura.
No es ninguna prueba, pero podría evaluar a la hora de medir la camaradería que han conseguido todos ellos en apenas 72 horas.
“Todos aprendemos, sobre todo a no fiarnos de las primeras apariencias, a preguntar y ver agudizada la posibilidad de tener el mejor talento”, concluye el consejero delegado.
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